Sobre sus hombros no descansa el peso de la leyenda de igual modo que lo hace sobre los de la esposa de Rodrigo Díaz de Vivar, pero ambas han conseguido hacerse un hueco en la memoria colectiva de más de una generación de españoles. Cincuenta años lleva endulzando las fiestas navideñas Doña Jimena, una empresa familiar que, como la mujer del Cid, tiene un toque de épica en su historia.
Lo que hoy es una gran compañía presente en alrededor de 60 países de todo el mundo surgió en 1961 en el hogar de Jerónimo Jiménez Hidalgo, en el municipio jiennense de Alcaudete, donde sigue estando la fábrica principal. "Él era confitero y decidió montar su propio negocio, y no sólo puso una confitería, sino que se dedicó a fabricar dulces navideños y a exportarlos fuera del propio pueblo, por toda la provincia de Jaén, por el resto de Andalucía y también por Madrid, donde yo estaba estudiando", cuenta el actual presidente de la empresa, Jerónimo Jiménez Serrano.
El fundador de la compañía.
Al principio el negocio, artesanal y cocido en un horno moruno situado en la misma casa, apenas daba para emplear a alguna persona externa a la familia; una realidad muy distinta a la de hoy, cuando Doña Jimena mantiene trabajando durante todo el año, entre la planta andaluza y la de Sonseca (Toledo), a alrededor de 160 personas que llegan a ser unas 300 en los meses de campaña navideña.
"Hasta finales de los años 70 o principios de los 80, se concentraba la fabricación entre septiembre y diciembre y el resto del año se dedicaba a acondicionar las máquinas, preparar los envases...", explica el presidente.
A partir de los años 80 se incrementó el proceso productivo sumando a los productos más tradicionales otros y complementando la campaña navideña con otras fechas en torno a celebraciones como San Valentín o la Pascua, donde el consumo de chocolate se incrementa considerablemente en muchos lugares del planeta. A los dulces, además, se suma desde hace un tiempo el aceite.
"Nuestra presencia internacional ha provocado que hayamos incorporado una serie de productos con carácter español que se nos han demandado, como es el aceite de oliva", comenta Jiménez Serrano, quien no deja pasar por alto que su decisión, estando en la tierra del olivo por excelencia, era casi obligada.
De esta forma, Doña Jimena comercializa también aceite de oliva bajo la marca propia Reales Castillos de Jaén, que se envasa en Alcaudete y procede de la zona. "Nosotros tenemos olivos, pero tenemos que comprar aceite a terceros para responder a la demanda", afirma el empresario, cuyos hijos, Enrique y Jerónimo, la tercera generación de Jiménez, también se han incorporado al negocio familiar.
A pesar de su éxito, no ha dejado de notar los efectos de la situación económica. "Sobre todo, nos estamos viendo afectados por la crisis española; la internacional no la estamos sintiendo. Hemos perdido mercados muy importantes que para nosotros eran unidades de negocio de mucha relevancia, como la venta de lotes y estas de Navidad", confiesa el heredero de Jiménez Hidalgo, que tiene claro que el futuro no está en los dulces de toda la vida.
"La incorporación de otras modas, de otras costumbres y de otros productos, por la internacionalización del mercado español, que es muy abierto, está haciendo que lo que es tradicionalmente español, como el turrón, los mazapanes o los polvorones se vea disminuido y tenga pocas posibilidades de crecimiento", asegura.
Pese a todo, Doña Jimena se extiende por Asia, Oriente Medio, Latinoamérica y Norteamérica, con filiales en Argentina, México y Estados Unidos que refuerzan su presencia internacional. El mito, pues, seguirá vivo.
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