Día 15/10/2011 - 10.51h
A finales del pasado siglo ya se hablaba en el Parlamento andaluz del que acabó por denominarse, técnicamente, Eje Diagonal Intermedio y que popularmente se conoce como la Autovía del Olivar al cruzar su trazado la mayor comarca olivarera del mundo. Esa autovía, algún día —me temo que lejano— comunicará las denominadas ciudades medias del interior de Andalucía, situadas al norte de la alineación Subbética y en el borde meridional del valle del Guadalquivir. El proyecto, de una gran entidad —190 kilómetros de longitud y conexión directa o indirecta de más de medio centenar de poblaciones— viene a romper el aislamiento de un área de gran importancia económica para Andalucía, sobre todo tras la desaparición del llamado tren del aceite a mediados de los años ochenta.
La Autovía del Olivar articularía el sur de la provincia de Jaén —Úbeda, Baeza, Mancha Real, Martos, Alcaudete—, vertebraría el de la provincia de Córdoba, básicamente el eje Cabra-Lucena-Puente Genil y conectaría las poblaciones de la denominada Sierra Sur de Sevilla hasta enlazar, en Estepa, con la A-92. Daría servicio de una forma directa a más de medio millón de habitantes y, en un tiempo no superior a los veinticinco minutos, permitiría el acceso a otro número importante de municipios. Todo eso es lo que se ponderaba cuando se anunció a bombo y platillo hace más de una década. Se hablaba entonces del incremento del dinamismo económico de la zona al ahorrarse, por ejemplo, unos 70 kilómetros, en la conexión de la Subbética cordobesa con Madrid y sobre todo vertebraba el sur de tres provincias andaluzas que por su emplazamiento geográfico, alejado de la costa y mal conectadas de las grandes vías de comunicación: la A-7 que recorre el litoral, la A-4 que vertebró desde muy antiguo el eje Cádiz- Sevilla con Madrid y la ya mencionada A-92. Sin embargo, lo que iba a ser una realidad para el 2013 arrastra desde hace años graves retrasos y ante la imposibilidad de abordarla como estaba previsto se han buscado fórmulas de colaboración entre la administración pública y la empresa privada. Curiosamente esa colaboración ha visto la luz ahora, en vísperas electorales, y ha permitido sacar a licitación el tramo Lucena-Estepa con unas previsiones para la ejecución de las obras de unos cuatro años, un tiempo a todas luces exagerado para construir 39 kilómetros que discurren por zonas «fáciles», salvo el paso del Genil. Eso significa que, si se cumplieran los plazos, cosa poco probable, ese tramo entraría en funcionamiento para el 2016.....
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